domingo, 16 de diciembre de 2012

Algo está pasando...

El pasado mes de noviembre recibimos varios emails con opiniones diversas. Aquí encontramos una de ellas, la cual aparece parcialmente reproducida en la revista digital nº001.


Hace ahora 18 meses, aparecía en las noticias que un grupo de personas se habían reunido en la madrileña Puerta del Sol para debatir e intercambiar ideas sobre lo que estaba ocurriendo en nuestro país, y si era posible cambiarlo de alguna manera. Ese grupo reunió a miles de ciudadanos anónimos que decidieron acampar allí, y el debate creció así como la información que llegaba desde el campamento indignado, y fue entonces cuando no se cómo ni por qué tuve la tentación de acercarme para ver lo que allí ocurría.

Nunca imaginé que aquella imagen cambiaría mi vida y la de muchos ciudadanos de este país. Fue una palabra escrita de forma improvisada en un cartón la que me llevó a preguntar a alguien: ¿Qué significa? Y la respuesta fue: Es la capacidad que tenemos los seres humanos de ponernos en el lugar de otro, de sentir su situación personal como si fuera nuestra. Esa palabra mágica era EMPATÍA. Fue aquí donde decidí que había que hacer algo por cambiar lo que muchos llaman “el sistema”, ese sistema donde unos pocos controlan la vida, los sentimientos, la economía, la salud, la educación… de una mayoría de españoles a los que se nos da la oportunidad de participar en la elección ¿democrática? de esa minoría una vez cada cuatro años.

Fue ahí donde escuche esa frase tan repetida de “democracia real ya” y me pregunté ¿es que no la tenemos? La respuesta después de tantos meses sigue siendo NO, y sigue siendo no porque aprendí que la ley electoral con la que vamos a votar da mayorías absolutas a partidos con un 23% de los votos sin tener en cuenta que la verdadera mayoría es el 72% restante. Aprendí que todo lo que estaba sucediendo era cosa de dos, “ni cara A ni cara B, queremos cambiar de disco” leía en otra pancarta improvisada. Allí mismo decidí que tenía el deber moral de intentar cambiar lo que aún siendo legal, a mi entender, era ilegitimo, y en esas estamos. El espíritu de aquel movimiento se refleja a día de hoy en decenas de miles de ciudadanos que salen a diario a las calles de toda España a decir “Basta ya”, con el único fin de intentar cambiar esa apatía que esta instalada en nuestras vidas y que hace que repitamos una y otra vez eso de “es que esto siempre a sido igual” o “no vamos a cambiar las cosas”, y de algún modo este sentimiento de indignación fue creciendo y haciendo que cada vez mas ciudadanos digan basta. Hasta los que están cómodamente sentados en su sofá deberían preguntarse por qué están en la calle maestros, estudiantes, policías, médicos, bomberos, jubilados, personal sanitario y un sinfín de ciudadanos anónimos y deberían ver la realidad no dependiendo del tamaño de su televisor sino saliendo a la calle a preguntar” oye, y tu ¿Por qué estas aquí? Y es entonces, y solo entonces, cuando esa palabra mágica que leí en aquel cartón cobrará sentido. Nadie debería pensar que esta situación no le afecta, porque nadie está a salvo de ser victima de este sistema que defiende por encima de los intereses de las personas los intereses de los mercados, de la banca, de la clase política y es que hoy en día todos tenemos a un amigo, familiar o vecino que está siendo victima de lo que unos han dado en llamar crisis, y otros llamamos estafa.

Aquel campamento fue desmantelado porque parecía peligroso que se hiciera política fuera del parlamento o fuera de la partida de mus en el bar del barrio, pero la dispersión de aquellas personas se trasladó a los barrios y pueblos de toda España y fue entonces cuando se empezaron a crear grupos de trabajo, y plataformas ciudadanas encaminadas a luchar por un principio básico de apoyo mutuo y solidaridad y siempre de forma no violenta. Esto hizo que la clase dirigente empezase a tener miedo ya que ¿cómo luchar y reprimir a alguien cuyas únicas armas eran la razón y la palabra? La respuesta fue contundente: manipulación en los medios de comunicación y represión policial para combatir a ciudadanos que empezaban a pensar que un cambio profundo era posible desde la unión de los ciudadanos, pero no contaban con que esos a los que utilizaban también terminarían volviéndose contra ese sistema, y se unirían a las protestas porque también leyeron la palabra mágica en aquel cartón.

Son muchas las personas que ya dejamos de creer en eso que llaman la derecha y la izquierda y que, por cierto, nadie a sabido explicarme que significa y empezamos a creer en la política del sentido común, la que se acerca al ciudadano, te escucha y obedece y esa política sólo la pueden hacer los mismos ciudadanos agrupándose en colectivos para reivindicar sus derechos y luchar contra la injusticia disfrazada en forma de leyes o decretos, que cambian al antojo de esa minoría gobernante para beneficio de los que han creado esta situación. Es entonces cuando miles de vecinos se unen para protestar contra los desahucios y comprueban que la unión hace la fuerza y obtiene resultados. Es entonces cuando centenares de personas se enfrentan a las entidades bancarias que les estafaron y vendieron productos financieros de dudosa legalidad, eso sí, con el consentimiento del Banco de España. Es entonces cuando decenas de miles de ciudadanos comienzan a salir a las calles sin necesidad de seguir una bandera o una determinada ideología y reclaman, no ya mejoras individuales, sino mejoras colectivas como la educación y la sanidad públicas y de calidad, quizá esos miles de ciudadanos leyeron también la palabra mágica en aquel cartón, pero no es suficiente, algunos se refugian en la mayoría silenciosa y es que son muy inteligentes y no les falta razón ¿cómo entendemos que cada fin de semana se llenen decenas de campos de futbol con hasta 100.000 personas, mientras que a una manifestación que defiende la educación de nuestros hijos solamente acuden 70.000 personas?

El poder es sordo pero no ciego y deberíamos demostrarle que los ciudadanos ya no les creemos y les exigimos medidas concretas y urgentes, y para que nos vean deberíamos estar unidos y llenar las calles y las plazas pidiendo algo tan legitimo como es la solidaridad con los que peor lo están pasando y ayudar a las personas por encima de todo. Creo que ese momento ha llegado porque es evidente que la lucha ya no es individual, sino que se torna por momentos en una lucha transversal en la que los estudiantes se suman a sus maestros, los jueces se unen con los abogados gritando que la ley no es justa, ahí es nada, los usuarios de la sanidad se unen a sus médicos, se unen también bomberos, policías y funcionarios en general ¿Quién puede ignorar esto? ¿Cuánto tiempo podrán resistir obviando el clamor de la sociedad? La respuesta es sencilla, podrán seguir ocultando la evidencia hasta que TÚ decidas que debes salir a gritar “basta ya”, “no creo vuestras palabras, he caído en la cuenta de que si esta situación aún no me a alcanzado lo hará mañana como lo ha hecho con millones de personas que han perdido su empleo, con millones de jubilados que ven recortadas sus pensiones desde hace años, mientras ven como lo que antes era un derecho ahora se pierde en detrimento de hacer frente a una situación de la que ellos no son responsables. El día que eso ocurra, el día en que TÚ salgas a la calle y leas la palabra mágica en aquel cartón, ese día cambiará todo.

Pinto no es ajeno en absoluto a esta situación y cada vez son mas los vecinos que acuden a solicitar ayudas a los distintos estamentos municipales o sociales donde se encuentran con una burocracia brutal, que no sirve mas que para alargar el drama personal ya que al final los resultados y respuestas son siempre los mismos: “no hay dinero, veremos que se puede hacer, estamos trabajando en ello”, pero mientras esos vecinos no pueden hacer frente al pago de su hipoteca, de su alquiler, no pueden comprar los libros de texto a sus hijos, no pueden hacer tres comidas diarias, no pueden encender la calefacción o no pueden pagar el recibo de la luz porque la empresa donde trabajaban dejó de pagarles la nómina pese a que siguen teniendo la obligación de ir a trabajar, o porque la prestación por desempleo se les agotó y ya no tienen derecho a recibir ayudas del estado, ayudas que por otra parte si se ofrecen para salvar bancos o equipos de futbol con el dinero de nuestros impuestos, con el dinero de los que los pagamos porque también hay quien no los paga y aquí no pasa nada. Por fortuna cada vez son mas las personas que se suman a esa corriente de protesta y se reúnen en las calles para apoyar a un vecino con problemas, aunque sigue habiendo mucha gente que mira de reojo detrás de una cortina y critica a quien pretende luchar por lo que es de justicia social, intentando encuadrar a esa aun minoría dentro de una ideología política, como si ayudar al prójimo, repito, fuese de izquierdas o de derechas, eso sí, muchos de estos que hacen reproches desde la ignorancia y desde la desinformación luego sienten que son solidarios donando un kilo de garbanzos una vez al año para ayudar a ese vecino que vieron en el banco intentando desesperadamente buscar una solución a su problema. Afortunadamente esta tendencia de apatía, de intentar encasillar cualquier protesta social en una determinada ideología, partido político, sindicato…está cambiando de rumbo, y los que antes éramos incrédulos o reacios a participar de ese verdadero cambio ahora estamos despertando y tomando conciencia de que unas decenas de personas frente a un domicilio pueden parar los crímenes de la banca en materia de desahucios.

Estamos tomando conciencia de que tomar una sucursal bancaria durante unas horas permite a algunas familias conseguir un alquiler social y no verse en la calle de la noche a la mañana, permite que la abogacía de la Unión Europea se pronuncie respecto a leyes arcaicas que aun siguen vigentes en nuestro país, mientras nuestra clase política se entretiene mirándose al ombligo y haciendo debates de besugos culpándose unos a otros de la actual situación en vez de unirse para buscar soluciones, y esto permite que colectivos antes desunidos ahora se manifiesten con un objetivo común, EXIGIR UNA DEMOCRACIA PARTICIPATIVA que escuche a los ciudadanos.

Ya no sirven las excusas, no podemos mirar para otro lado, no podemos evadirnos de esta situación refugiándonos en la telenovela diaria, en la carrera o el partido del fin de semana, en las aventuras y desventuras de no sé que famos@, en no sé qué futbolista que esta triste porque le reducen el salario a una cantidad que nosotros, los simples mortales, no ganaremos en cien vidas. Despertemos, salgamos del letargo al que nos han acostumbrado sembrándonos de dudas y miedos, reflexionemos sobre nuestra propia situación y tengamos presente aquella palabra mágica que alguien, hace 18 meses, escribió en un cartón.

Esa palabra mágica es EMPATÍA. SÍ SE PUEDE Fernando Oliver Pinto, noviembre 2012

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