jueves, 5 de junio de 2014

MIA Pinto: "Por un proceso constituyente hacia la III República"

El reciente anuncio de la abdicación del rey Juan Carlos de Borbón, con la inmediata y acelerada puesta en marcha de la “maquina sucesoria”, jaleada fundamentalmente desde los partidos mayoritarios y los medios de comunicación, no hace otra cosa sino reafirmar tanto el profundo déficit democrático que presenta nuestro país como el agotamiento definitivo del régimen surgido en 1978.

La incapacidad de regeneración de este régimen ha quedado demostrada desde el momento en el que desde el poder se hace oídos sordos a una, cada vez más intensa, voz popular que reclama el derecho a decidir sobre la forma de estado. Empeñarse en ignorar las grandes manifestaciones que se han desarrollado en toda España por el derecho a decidir entre monarquía o república, y por el inicio de un proceso constituyente, supone una clarísima demostración tanto de miopía política como de falta de espíritu democrático. Frente a las protestas, nos hemos encontrado con la ocultación, el intento de criminalización y el cierre de filas en defensa del actual estado de cosas.

De ningún modo nos puede chocar la actitud del PP, pero sí puede sorprender, a algún observador despistado, la postura en cerrada defensa del régimen monárquico y del actual estado de cosas, de partidos como el PSOE, que pretende ser parte de la izquierda, o de UPyD que se postula como partido “alternativo”. Que estas dos formaciones hayan tomado tan cortesanas posturas políticas demuestra, en el caso del PSOE, que su pretendido republicanismo no es más que una pose que se mantiene en determinados momentos y de cara a la galería, y en el caso de UPyD, que ese carácter alternativo del que se quiere revestir no es tal.

El agotamiento del régimen impuesto en el 78 bajo la espada de Damocles del golpe militar se lleva manifestando desde hace ya demasiado tiempo. De aquellos polvos vienen muchos de los lodos que venimos sufriendo en nuestros días. En ningún momento debemos confundir causas y consecuencias. Dos cuestiones capitales: tanto el grave problema territorial que sufre nuestro país, causado por el cierre en falso de ese problema durante la Transición, como el déficit democrático y la falta de cauces para la participación de los ciudadanos son también, sin duda, consecuencia de una Constitución elaborada con ruido de sables de fondo. De nada va a servir esconder la cabeza bajo el ala y tratar de alargar un esquema político e institucional que no se corresponde con la voluntad popular.


Estamos convencidos de que el proceso constituyente es urgente y necesario. No solo se trata de que muchos de los ciudadanos no han votado una Constitución que se elaboró hace ya más de 35 años, sino, más importante aún, que ese texto constitucional se ajustaba a unas determinadas circunstancias políticas y sociales y a una determinada correlación de fuerzas. Además de todo esto, como ya señalábamos más arriba, hoy nadie niega que nuestra Constitución fue elaborada por un parlamento surgido de la legalidad franquista, sin un genuino proceso constituyente con participación popular, y bajo una serie de presiones de enorme intensidad que condicionaron su contenido de un modo decisivo. Y no olvidemos que en el “paquete constitucional” iba incluida la forma de estado, la monarquía, que era la forma elegida por el dictador que no solo quedó ahí, sino que se permitió el lujo de designar a su sucesor: Juan Carlos de Borbón.

Desde el MIA-Pinto apoyamos de forma decidida la necesidad de un referéndum para decidir si los ciudadanos españoles queremos monarquía o república. Se nos ha tratado de convencer, a través de intensas campañas mediáticas, de que los españoles ya eligieron la monarquía cuando votaron la Constitución del 78. Debemos denunciar que eso es absolutamente falso, la monarquía iba incluida en el conjunto del texto constitucional y no era posible pronunciarse en contra de modo específico. Además, como decíamos antes, esta constitución fue elaborada bajo amenaza militar y con importantes presiones de sectores provenientes del antiguo régimen. Por lo tanto, buena parte de su contenido que ha sido calificado como fruto del consenso, en realidad fue fruto de la imposición más o menos tácita.

El MIA-Pinto como firme defensor de los valores de la democracia tiene una postura clara con respecto a ese referéndum. Pensamos que no hay más opción para los demócratas que la defensa de la república. No se trata de nostalgia o de tratar de copiar cualquiera de las dos experiencias republicanas que hasta ahora ha vivido nuestro país, sino de iniciar un proceso constituyente en el que se dote de contenido a una experiencia republicana a la altura de los tiempos y que sea consecuencia de la voluntad popular. Creemos que hay que construir una democracia que surja del pueblo y que colme sus aspiraciones, cuyo fin último sea la felicidad del ser humano, y que haga realidad los tradicionales principios republicanos de libertad, igualdad y fraternidad.

Ya no hay justificación alguna para defender una forma de estado anacrónica, desde la caverna mediática estamos viendo diversas exhortaciones a la prudencia en aras de la estabilidad y ante los peligros de “ruptura de España”. Pensamos que se trata de un nuevo intento de reeditar las condiciones de 1978: extender el miedo e impedir cualquier tipo de avance en sentido progresista y democrático. Frente a esto pensamos que el proceso constituyente y la república serían una oportunidad de oro para conseguir tanto el avance en la integración de los pueblos que componen el estado español, como en la creación de instrumentos que permitan la participación popular, y por consiguiente, la realización efectiva de la democracia. Es hora de que los ciudadanos decidan, es hora de la democracia, es hora, más que nunca, de la república.

¡¡¡Viva la III República!!!




Pinto, a 5 de Junio de 2014.

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